lunes, 26 de noviembre de 2012

San Antonio, concédeme el milagrito

SOCORRIDO. Los fieles han hecho de la parroquia, ubicada en la colonia Moderna, un sitio muy visitado.

Por: Miriam Padilla

Los martes en la Colonia Moderna son de santos y peticiones, mujeres y hombres solicitan salud, dinero y, por su puesto, amor

GUADALAJARA, JALISCO (25/NOV/2012).- Rocío no tiene novio, pero reza para dejar la soltería pronto. Con los ojos cerrados y el cordón de la escultura de San Antonio de Padua aprisionado en su puño, musita una oración. Nada más terminar, dirige la vista hacia el rostro del ungido y le pide mentalmente que le otorgue la gracia. Es la segunda vez que realiza el ritual, pero habrá de repetirlo siete martes más: escuchar misa, rezar el novenario y acercarse al santo.

Maquilladas, con el cabello suelto y lacio, cuatro veinteañeras entran al templo y toman asiento al final de la hilera de bancas cafés. En sus manos, hojas blancas; y en las hojas blancas, hilos de colores. Por cada tono, un concepto: amor, dinero, trabajo… Se persignan y comienzan a dar lectura a los textos ahí escritos. Enseguida se acercan con San Antonio, dejan las hojas y marchan a casa. Para ellas, la tarea es acumular nueve martes seguidos de ceremonia.

Pero al llamado “santo de los milagros” no sólo acuden mujeres jóvenes o adultas para, mediante una modalidad u otra, solicitarle pareja, sino que, día a día, personas de diversas edades y estratos visitan la Parroquia de San Antonio de Padua, situada en la Colonia Moderna, para orar y pedir la concesión de algún beneficio.
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Es miércoles al mediodía y Fátima Peñaloza ora hincada al pie de una de las 50 y pocas bancas de la parroquia. La iglesia está vacía. Veinticuatro horas atrás, casi un centenar de personas siguió la celebración de la misa; incluso, varias de ellas rezaron el novenario y recibieron la bendición del Santísimo, después de la homilía. Ese día también, un centenar de veladoras encendidas se arremolinó a los pies de la escultura de San Antonio de Padua y las hojas blancas con hilos de colores se contaron por montón.

“Desde que llegué a la comunidad (hace un año y medio) me di cuenta de que los martes la gente tiene esta tradición popular de venir a visitar a San Antonio de Padua con diversas necesidades: pedir por la salud de un enfermo, estabilidad familiar, etcétera; no solo para conseguir novia o novio”, dice el presbítero Marco Antonio Cedillo Jiménez.

La asistencia al templo parroquia oscila entre los 800 y dos mil fieles al día. El religioso y administrador de la parroquia señala que los martes puede haber más gente que el propio día reservado a la reunión del catolicismo, es decir, el domingo.

Fátima Peñaloza creció en la Colonia Moderna. Dice que cuando tenía 10, allá por 1960, no se veía todo ese “relajo” en torno a San Antonio —la parroquia fue fundada en 1925—. Con el ceño fruncido, reprocha que haya quien no preste mayor atención a la celebración de la Eucaristía, por “adorar” al santo, siendo que, para ella y para el presbítero Cedillo Jiménez, “lo central es Jesús, Dios Nuestro Señor”.

Como gotas de agua de un grifo mal cerrado, uno a uno, durante el sermón del padre, o después de misa, hombres y mujeres van dejando sus veladoras u hojas, o ambas, a los pies de San Antonio, aunque, con cierto cuidado al andar, como no queriendo darse a notar.

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Afuera de la parroquia, los martes, cuatro mesas acumulan libros con la novena; imágenes de San Antonio de Padua con oración incluida al reverso; esculturas a pequeña escala de San Antonio con el niño en brazos despegable, para, según lo anuncian sus vendedoras, quitarle al infante y no devolverlo hasta que cumpla el favor pedido; llaveros con el “santo de los milagros”; medallitas; pulseras, etcétera… ¡Ah! Y, claro, las hojas con hilos de colores, a cinco pesos; ésas que, resalta Cedillo Jiménez, “no tienen sustento bíblico”.

Pero quizá estos negocios ambulantes no sean los únicos que se benefician de la visita de los fieles, sino también los tiangueros que se ponen justo ese día, sobre las calles Escorza y Lázaro Pérez, que hacen esquina con la iglesia; más los comerciantes del mercado —inaugurado en 1966— que está enfrente y los de la panificadora y el sitio de taxi, situados en torno a la intersección.

Destacan, además, las nieves de garrafa San Antonio, a un costado de la notaría; por su ubicación, pareciera que forman parte de la iglesia, pero no. Los dependientes del conocido establecimiento —con casi 20 años en el mercado— admiten que las ventas aumentan gracias a quienes se dan cita a la parroquia.

Sentada en una banca, desconcertada aún por su nueva práctica, Rocío se pregunta si quienes acuden a San Antonio confían en que interceda por ellos. Ella llevaba años sin frecuentar iglesias, pero regresó luego de escuchar la historia de la prima de una conocida: La mujer en cuestión veneró al santo y ahora tiene pareja. Rocío lo decreta: sea por mérito propio o “del de arriba”, terminará con tres años y medio de soltería.

Pero su curiosidad por la relación de los fieles y el santo va más allá, y aborda a dos jóvenes sentadas en las bancas centrales de la parroquia. Después de saludarlas, Rocío cuestiona si vienen a lo mismo que ella; las veinteañeras sonríen y asienten sin decir palabra.

Otros que no hablaron para expresar el motivo de su visita al templo, pero que sí lo manifestaron con la mano arriba, fueron quienes presenciaron la misa del martes. “¿Quién viene a pedir salud?”, preguntó en el sermón el presbítero Marco Antonio Cedillo Jiménez. La mayoría afirmó hacerlo. “¿Y para tener novio o novia?”. Las risas no se hicieron esperar, y pocas manos se alzaron. Rocío, complacida, sonrió por no saberse la única.

Fuente: Informador.com.mx

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